Nunca debieron arder esas calles, nunca crepitar ese fuego del asfalto, sobre todo el de adentro. ¿Inconciencia de togados acarreando combustible al arrimo de ya calentadas emociones? Pudo ser brisa mediterránea y no “tsunami” del llamado Pacífico, amanecer y no noche incendiada, victoria para todos, triunfantes manos de conformidad apretadas y no tanto capítulo de revés, miopía y sufrimiento.
Pudo ser virando la historia, despertando una nueva conciencia de supremo cuidado y respeto y no desenvainando el roñoso y archiconocido sable. Pudo ser en armonía y acuerdo, jamás con “búsqueda y captura”, amenazas y rejas. Pudo ser de otro modo. Bastaba situarse en las coordenadas de un presente definitivamente más inteligente y flexible, más despierto y civilizado. ¿Por qué lo hicieron tan complicado, sobre todo tan absurdo y doloroso? Puso ser sin padres y madres privados de ver a sus hijos, sin desenvainar una sola porra, sin urnas clandestinas que emergían de la noche cual altares rescatados. |