La Tierra no canta, ni encanta sólo a quienes han leído a Marta Harnecker, visten camiseta del Ché o compraron bonos para la enésima revuelta leninista. Lo hace a todos/as por igual. Igualmente la bandera de la defensa de la Tierra no tiene por qué estar en España vinculada por más tiempo al extremismo político. Son agendas diferentes. La alternativa natural a este sistema individualista, consumista y desarrollista no puede situarse en el espectro político de la derecha, pero tampoco en el de la izquierda. La izquierda no ha generado un nuevo orden civilizacional, ni ha manifestado voluntad de ello. Nos habla de la misma civilización desarrollista pintada de rojo y con poco sugerentes “mamotretos” de hormigón. Allí donde triunfó la “revolución socialista” no observamos ningún paso de retorno a la tierra, a lo sencillo, a lo humano, a lo natural.
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