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La muy coqueta se engalana para la sencilla y rutinaria ceremonia. Cuando el ascensor aguarda ya en nuestro piso, cuando apenas faltan unos breves minutos para el arranque de la misa, saca del joyero de cuero el temido y complicado collar. Me acerca suplicante ese mismo de gordas cuentas y aciagos recuerdos que tantas veces ha logrado acabar con mi paciencia. Los segundos se aceleran, la religiosa hora de las seis se acerca, pero yo respiro… |
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