
Ya no saben que inventar para entretenernos, para hacernos olvidar de nosotros/as mismos/as, de nuestra naturaleza más primigenia y esencial. Empiezan a agotar todos sus cartuchos “creativos” hasta poner a la venta el último subproducto que anuncian a bombo y platillo. La industria de la televisión se las apaña como puede para intentar mantenernos clavados a la noche en el mullido sofá, perdiendo el tiempo. Hoy millones de personas se sentarán en España ante “Intercambio consentido”, la última y “revolucionaria” carta que exhibe una reaccionaria cadena de televisión. Seguramente lo más revolucionario era el “off” al dislate, erguirnos de ese peligroso sofá, mantenernos firmes, fieles, comprometidos. Sin embargo el sistema prefiere vernos desanclados dentro, desorientados, serviles a la moda, a una fantasía más o menos imposible cargada de deseo.
Intercambiar hasta concluir que el cielo no estaba envuelto en otras sábanas, sino en las mismas de siempre a falta de nuestro propio perfume. Intercambiar hasta el olvido, hasta acabar con los referentes esenciales, hasta perder nuestra propia dirección y rumbo. Intercambiar hasta saturar hormonas, hasta saciar deseo esclavizante y cansino. Intercambiar fuera hasta reparar que el cambio imprescindible estaba más cerca, en nuestro propio adentro.
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