En el mismo clamor de demanda de justicia es muy fácil que se cuele la personalidad inferior y su inyección de rencor. Por eso estamos aquí, en la Tierra, para aligerar de sentimiento negativo nuestros más nobles sentimientos y postulados. El anhelo de justicia es patrimonio del alma, el de revancha de nuestro yo inferior. La raya que puede separar la invocación a la justicia con el ensañamiento, en menor o mayor grado, es muy tenue, a menudo imperceptible. Podemos observarnos en nuestra propia geografía interna y constatar lo fácil que es sobrepasar, a menudo de forma inconsciente, ese anhelo de ponderada justicia, lo difícil que resulta desnudarla de emocionalidad negativa.
En términos de psicología transpersonal el desafío es evidente: instalarnos en una mente superior clara y neutral dominada por el alma y no influida por la astralidad inferior de nuestro cuerpo emocional. Esa emocionalidad sin embargo invade demasiado a menudo por dentro y por lo tanto también por fuera, la vida pública y política.