Algún día la hastiante e infructuosa disputa partidista nos acabará agotando. Un sistema basado en la perenne confrontación no puede ser sostenible. No sé si España ha de buscar desesperadamente a su Macron, pero más pronto que tarde deberá ceder en nuestro territorio esa actual enconada gresca entre las formaciones. Sería de agradecer la llegada al poder de dirigentes capaces de integrar en sus gobiernos las diferentes sensibilidades políticas.
Las ideologías dividen, los valores nos unifican. El tiempo de las ideologías estaba caducando, pero Emmanuel Macron ha llevado ese cuestionamiento más lejos que nadie. Era hora ya no sólo de proclamarlo, sino de intentarlo, de reunir a hombres y mujeres apropiados y capacitados para sus puestos de gobierno, sin que el color político fuera para ello determinante.