El fracaso es imprescindible, tanto o más que los laureles. El fracaso forja en nuestro interior esa suerte de imprescindible acero. Hay un abismo entre fracaso y desesperación. El fracaso es sólo una coma, las desesperación tantas veces un punto final. El fracaso es necesario, la desesperación nunca. Cada día se alza el sol y el Misterio jamás nos abandona. El fracaso abre los ojos, nos detiene, nos permite dar con lo que erramos. La desesperación nos ofusca, nos ciega; no ayuda a nada, ni a nadie.