Esta vez nos falló el Santo Padre. La Iglesia nos va a negar funeral a quienes expresamente hemos pedido que se esparzan nuestras cenizas al llegar la hora. No nos duele quedarnos sin funeral, nos apena que la Iglesia de Francisco, la que tanta esperanza ha suscitado, imponga en su seno estos anacrónicos dictados. Nos apena que este papado, que tanto hemos apoyado con tantas letras, tome esas medidas, esté detrás de tan desafortunada condena.
No nos duele que no haya exequias católicas en nuestro nombre, nos duele esa desaprobación de lo diferente, ese culto cerrado a la tradición que rechaza a quien opta por otras prácticas. Lamentamos que Francisco sea partícipe de tan penoso retroceso. No sonará el órgano en nuestro funeral, pero sonará un día la hora de la libertad en que todos respetemos escrupulosamente las decisiones del otro, sobre todo cuando vienen avaladas por poderoso argumentario, cuando son defendidas por muy dignas tradiciones espirituales, por todo un elenco de grandes seres.