El magnate populista y faltón, recién iniciado en su carrera ya oficial hacia al Casa Blanca insiste en que América es lo primero (“America firts”). Cala el mensaje de Trump. Hay demasiados norteamericanos, demasiados humanos que deseamos ser los primeros en más derechos, en más privilegios en olvido de los otros. Si todos queremos ser los primeros, no habrá sitio para los últimos en este gran hogar planetario. Un futuro más halagüeño lo alumbrará el deseo convencido de un creciente número de humanos de no ganar privilegios a costa o en detrimento de terceros. Las naciones operan a imagen y semejanza de nosotros, los súbditos. Un pueblo es grande cuando acoge, abre sus puertas, ayuda, se vuelca en el progreso global, no sólo propio. Hacer de nuevo grande a América (“Make America great again”) tiene por lo tanto más que ver con hacerla solidaria con los destinos del mundo, que hacerla más rica, imperial y belicosa.
América no es lo primero, tampoco Inglaterra, tampoco España… En esta inmensa nave por nombre Tierra, que no permitiremos que se hunda, lo primero son las mujeres y los niños. Lo primero son las que redondean su vientre, alumbran vida y acercan nuevas generaciones. Lo primero son los ancianos y desvalidos, los explotados, los perseguidos por causa de la libertad y la justicia, los refugiados que huyen del horror de la guerra. Lo primero son los que sufren, los que no tienen pan para su estómago, ni pizarra para sus hijos. Son los hermanos de cualquier raza, condición o color que no tienen sus más elementales necesidades satisfechas.