Nunca ganamos contra nadie, menos aún en materia electoral. Ni siquiera ganamos contra Unión del Pueblo Navarro. Progresamos si ganamos los corazones de los navarristas para una causa que consideramos justa y noble. Esa causa es sin duda la de una Navarra que abandona su recinto al norte amurallado, la de una Comunidad abierta, solidaria y progresista. Ésta no es una liza electoral más. La historia nos conduce a unas urnas decisivas, a un cruce de caminos desde el que podremos enfocar nuestro futuro de una forma definitivamente diferente. Hasta este domingo no se concitaban todos los factores, no había llegado aún la entera oportunidad, pero ella es ya con nosotros y nosotras y hemos de aprovecharla. El extremismo de uno y otro signo cerraba las puertas a la esperanza y las fuerzas de la coherencia, de la diversidad, de la cooperación sin límites, esperábamos una oportunidad que no terminaba de manifestarse.
El fin de la violencia política y el agotamiento de las fuerzas navarristas conservadoras que arrastran demasiada insensibilidad política, corrupción y escasísima voluntad de encuentro y consenso, abren ese nuevo panorama no sólo político, sino también social y cultural. La desaparición práctica de ETA merma los extremismos y crea el momento para el triunfo de las opciones que apuestan por Navarra como tierra colorida, en donde las diferentes culturas y sensibilidades se encuentran y enriquecen.