La aplastante victoria electoral de la canciller alemana invita a una profunda reflexión, seguramente más en clave de psicología colectiva, que de análisis político. Una sociedad como la nuestra que no termina de aceptar sus errores y fracasos, estará siempre condenada a inventar sus chivos expiatorios, a fabricar sus Merkels de turno. La mandataria alemana semejara la madre de todos nuestros males, pero habrá que explorar si en realidad no personifica también algo de lo que carecemos. Por pocos lares la autocrítica, por pocos foros el reconocimiento de que quisimos vivir mas allá de nuestras posibilidades, por encima a menudo de la elemental cordura e incluso ética… Sin responsabilidad no se puede forjar carácter, ni porvenir. Es cierto que ésta no se reparte por igual en toda la población, pero algo ocurre cuando nadie quiere asumir su cuota. Una sociedad que sólo tiende hacia los derechos no puede percibir las responsabilidades. “El camino de la sabiduría es el camino donde persistimos en sentir esas responsabilidades.” (Parvati Kumar)
Y si Merkel ganara rozando la mayoría absoluta, para invitarnos de una vez por todas a encarar esas responsabilidades, a comenzar a aceptar por fin que somos los hacedores de nuestro presente…; que los “males” de la tan mentada crisis no son obra y “gracia” de una denostada señora, que pide gastar de acuerdo a nuestros ingresos. Y si Merkel ganara para que dejáramos de endemoniarla… Semejante triunfo acarrea serios cuestionamientos. Seguramente la canciller que reengancha por tercer vez consecutiva con holgada ventaja, no es ni ángel, ni demonio; seguramente representa también un rigor y una seriedad de los que, en alguna medida, aún adolecemos.
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