Nadie en ningún ámbito puede igualar a la marca de la Creación. El progreso humano depende también de la asunción de una buena carga de rendición y de humildad. Jamás, nadie en ningún laboratorio podrá dar con la leche de la madre. Su fórmula no se vende en los mercados del Nasdaq. Nadie podrá hallar la magia de su incomparable poder nutritivo. Sólo los accionistas de Nestlé y demás fans de un progreso sin alma, ponen en cuestión las grandes ventajas que para el bebé implica ser amamantado por la madre. Hoy sabemos que la salud del pequeño depende mucho de que no llegue a sorber de la tetina de caucho, de que se hunda en la ternura infinita del pecho materno.
Sin embargo ni siquiera las evidencias se imponen, se asumen. Maduro no debiera imponer en Venezuela la lactancia materna. La leche se puede cortar. La Creación es también libertad absoluta. Los postulados que cargan con grandes verdades tienen que encontrar el cauce del convencimiento, no el atajo atropellado de la imposición. La leche de la madre es caudal de salud, río de Vida y ésta nunca se impone, ésta se da y se sorbe en el más absoluto libre albedrío.