La sicología humana tiene enroques imprevisibles. Cuesta comprender que quien demanda para sí unos derechos pueda hacer por privárselos a otros. La historia una vez más nos alumbre… El 18 de Junio de 1940 De Gaulle lanzaba desde Londres a través de la BBC el crucial llamamiento a favor de la resistencia frente a la ocupación nazi. ¿A cuántos franceses en el interior y el exterior no se les puso la carne de gallina al escuchar aquel heroico llamado al combate por su liberación? Sin embargo esos mismos franceses, ¿cómo pudieron permitir poco después Indochina y Argelia? ¿Cómo concibieron esas últimas guerras colonialistas recién librados ellos de la opresión? Quienes tanto sufrieron por la conquista de su legítima libertad, ¿cómo la pudieron, casi de inmediato, intentar, por todos los medios, negar a otros?
Cuesta comprender que la Francia que había vibrado con el clamor contra la tiranía y la ocupación, tratará de someter a sangre y fuego al pueblo vietnamita primero y al de Argelia después. Orgullo e intereses pueden jugar estas malas pasadas, pueden llegar a enterrar derechos elementales. Una egótica nostalgia puede opacar en la condición humana su parte más noble. La gran Francia se empantanaba así, al comienzo de la década de los cincuenta, al otro extremo del mundo, en una guerra tan ensañada como absurda.